Lo que nos motivó a comenzar este trabajo juntos fue el darnos cuenta que, frente a un joven o a un niño, no basta transmitir los conocimientos que exigen las materias y los programas de estudio o poseer las técnicas perfectas; educar es transmitir una humanidad diferente, despertar en el joven las interrogantes que ya lleva dentro de sí, que cada uno tiene adentro, en su deseo de felicidad y en la búsqueda de un sentido a su vida.
Para ayudarnos en esta tarea decidimos trabajar juntos como una comunidad educativa -como la llamamos entre nosotros-; pero en primer lugar, ha nacido una amistad entre quienes nos dedicamos a educar.
Estamos viviendo un momento difícil en todo el mundo y nosotros no estamos exentos de los acontecimientos y de las luchas humanas que todos los hombres están enfrentado. Son muchas las preguntas que nos asaltan y la circunstancia nos cuestiona; lo vemos entre nosotros los adultos; pero sobre todo en nuestros estudiantes que en esta cuarentena se sienten bastante “perdidos” y a veces hasta inútiles porque no pueden hacer mucho o nada; tampoco logran organizarse en su jornada: pareciera que deben mantenerse “ocupados” y “entretenidos”, llenándolos de materiales, tareas, exámenes, clases; y tal vez así se llenan de cosas por hacer pero se calla la pregunta de fondo que tienen y no son ayudados a descubrir la voz de su corazón.
Finalmente optan por quedarse cómodos en casa, esperando a que todo pase.
Como si el tema de la educación no fuera ya complejo, sobre todo en esta era globalizada en donde la mentalidad común instrumentaliza a sus protagonistas: estudiantes, docentes y padres de familia; con la pandemia, los docentes enfrentamos otra dificultad inesperada ¡las clases en línea, desde el kínder hasta la universidad! con el conque de “salvar” el año lectivo y tener “ocupados” (o entretenidos) a los docentes y estudiantes (pensemos también en nuestros estudiantes, que no estaban familiarizados con esta nueva forma de recibir clases o hacer tareas). Entonces nos han surgido estas interrogantes ¿cómo no perder la conciencia, la responsabilidad y el deseo de seguir acompañando a nuestros niños y jóvenes, en esta grave situación, hacia algunas de las elecciones más importantes de su vida? (en este sentido, también los padres, por naturaleza, son educadores) ¿cómo hacer para que este periodo no sea tiempo perdido, para ellos y para nosotros?
A pesar del encierro físico al que todos nos vemos obligados, nuestro ser educadores no se va de cuarentena; lo que hemos aprendido y vivido a lo largo de nuestra experiencia, queremos seguirlo transmitiendo a nuestros estudiantes, deseamos seguir viviéndolo con ellos, recordándoles que lo que nos define como humanos no radica en el hacer muchas actividades sino en vivir juntos una experiencia educativa para la vida.
En este momento excepcional, singular y delicado que estamos viviendo todos, tratamos de ayudarnos a enfrentar esta problemática en nuestra tarea de educadores, porque esta responsabilidad asombrosa no puede ponerse en cuarentena, por lo tanto, tampoco nuestra humanidad y menos la de nuestros estudiantes.
Por esta razón, hoy más que nunca sentimos la urgencia de recibir ayuda, de ser acompañados, así como también nosotros poder acompañar a nuestros estudiantes, reconociendo que no somos autosuficientes. Preparar materiales y guías de estudio para nuestros alumnos, organizar y sostener clases virtuales, grabar videos y lecciones, aprender a utilizar estas plataformas tan desconocidas hasta hace poco más que un mes, ha traído consigo un trabajo que requiere una buena dosis de compromiso y cansancio. ¿Acaso la responsabilidad del educador no conlleva ya bastante esfuerzo?
Este esfuerzo y trabajo, que conllevan una buena dosis de fatiga, son necesarios puesto que la mentalidad común nos distrae y nos hace perder de vista el factor humano, pero en esta circunstancia también se corre el riesgo de desnaturalizar el trabajo educativo; por eso se vuelve urgente tomar conciencia de la necesidad de la educación como un acompañamiento mutuo, que se pueda transformar en una pasión que pueda atravesar e impregnar nuestra labor concreta con los jóvenes. Es importante recordar que el esfuerzo no está solamente en aprender nuevas herramientas tecnológicas para llegar a los demás, sino que nuestra tarea señala una visión que va más allá, hacia un sentido humano verdadero, es el deseo de construir y crear espacios de encuentro, sin perder de vista nuestra humanidad y la de nuestros alumnos.
Dentro de las dificultades también encontramos el hecho de que, en un porcentaje significativo, nos encontramos con niños y adolescentes que no están teniendo acceso a clases por internet (¡que ni siquiera tienen qué comer!). Como educadores que no solamente instruimos, sino que acompañamos, surge la inquietud de cómo seguir sacando de ellos esa humanidad llena de curiosidad, esas virtudes, esas capacidades y que no se queden dormidas frente al televisor o frente a un video… De nuevo nos preguntamos ¿qué hacemos? ¿cómo le hacemos para seguir acompañándolos en su camino de vida? Ante estas preguntas, existen respuestas casi inmediatas: compartiendo con otros educadores, que se caracterizan por su creatividad y colaboración, se van formando ideas y formas accesibles.
Un educador no se limita a lo que tiene cerquita y fácil sino que va más allá; y en unidad y comunión, estos educadores se plantean propuestas, hojas de trabajo, videos cortos, audios, entre otra variedad de iniciativas. Se sabe que la mayoría de familias pueden contar con al menos un teléfono inteligente en casa, así que, se presenta la opción de seguir haciendo este acompañamiento, a través de un mensaje, de una llamada, de compartir videos e imágenes.
No es la respuesta a todo, pero, es la forma que tenemos para acompañarnos hoy; y para nosotros, se vuelve búsqueda y propuesta de un “moverse” hacia el otro, de ir a su encuentro, de vivir una experiencia auténtica que nos permita tener presente la unidad --y por ende la comunidad-- como respuesta a las situaciones que enfrentamos.
De este modo, ha surgido entre nosotros, para ayudarnos en esta difícil circunstancia, el deseo y la necesidad de seguirnos viéndonos, encontrándonos, dialogando entre nosotros y con otros docentes amigos, compartiendo experiencias y dificultades, porque ahora más que nunca sentimos necesaria y urgente esta comunidad educativa, para no poner distancias, para estar cerca los unos de los otros.
Deseamos ser ayudados como docentes, y a la vez ayudar a nuestros estudiantes, a no poner en cuarentena el corazón.