Joanne Rowling no había nacido aún en 1946, cuando Frank Capra dio al mundo del cine la encantadora película ¡Qué bello es vivir!, donde aparece por primera vez el nefasto nombre de Harry Potter. También el Harry Potter del film de Frank Capra se dedica  a su “magia” (por cierto hoy muy alabada): la “magia” de acumular dinero y desaparecer a quienes tratan de crear algo realmente útil, positivo y solidario. En efecto, en el film de Capra, se llama Harry Potter un emprendedor/banquero, muy seguro de sí mismo, con una sola idea clara en su vida: poseer lo más que  pueda y acabar con la labor  de George Bailey, director de una generosa asociación de préstamos. El astuto Harry Potter tiene en sus manos la entera ciudad que, en la película, se llamará muy significativamente Potterville (una ciudad sin alma, sin amigos, sin caridad).