LA EXPERIENCIA PERSONAL
Quiero pasar al otro aspecto del método que dije que iba a utilizar: tomar como punto de referencia la naturaleza humana misma. Cada uno tiene que juzgar en base a su propia experiencia. Sin embargo, hoy nuestra experiencia se encuentra, podríamos decir, bombardeada por múltiples y complejas interpretaciones, ideologías, intereses y medios.
Hoy, uno de los ejemplos de experiencia personal parece ser la duda: uno se presenta como realmente maduro, sabio y rico en su experiencia personal cuando puede y sabe ser escéptico y dudar de todo. Este tipo de hombre jamás podrá ser educador verdadero: el joven necesita de certezas, necesita de apoyo firme. Estoy hablando de la duda sistemática, no de la justa duda que puede nacer después de una investigación. La duda sistemática impide lo que el hombre tendría que hacer y que el joven desea: entregarse a la realidad.
Otro de los ejemplos de experiencia personal de hoy es la libertad entendida como individualismo absoluto. Este tipo de hombre tampoco podrá ser educador verdadero, porque su vida es ausencia de responsabilidades y de palabras confiables para con los demás. Para el joven que desea encarar el amor, el trabajo y una tarea personal en la vida, la expresión plena de la libertad no es la ausencia de ligámenes, sino la construcción de ellos.
Delante del joven, que es algo “todo nuevo”, el adulto ve de que manera tendría que cambiar su vida, sobre todo si es padre, maestro, educador. Por eso, me pregunto si un hombre de nuestros días, educado en las ciencias empíricas y matemáticas, en el escepticismo y en el individualismo, pueda dedicarse a un examen serio de un argumento que implica el misterio de las relaciones intrapersonales e interhumanas, como lo es la relación educativa entre maestro y alumno, entre un adulto y un joven.
De esta breve reflexión, deseo dejar claro que el profesor es un ser humano, antes que ser un profesor, y no podrá ponerse delante del joven escondiéndose come persona. Por lo tanto, su primera tarea, también como persona es (aún antes de la importantísima relación entre maestro y alumno) la de recuperar y retomar el sentido de su propia experiencia humana. Él deberá encarar su humanidad a la raíz, entregándose a su propria vida, a sus intereses profundos y verdaderos, incluidos los de sus materias profesionales. Así el profesor podrá tener una propia y personal experiencia que le sirva como criterio para juzgar. Además, será sincero con el joven, presentándole la verdad de sí mismo y no una máscara o mentira, de la cual el joven muy pronto se va a dar cuenta.
LA NATURALEZA
Preguntémonos, primero, cuáles sean la regla y el método de la naturaleza para el desarrollo de un hombre. La respuesta queda delante de los ojos de todos. La naturaleza pone el hombre dentro de la realidad y de la vida sin que él ya la conozca (y sin haberlo antes preparado demasiado, dado el cuerpo pequeño y débil que sale del vientre de su mamá). Se comienza la existencia como algo no desarrollado. “Haciendo se aprende” es una expresión que tiene un fondo verdadero, porque así actúa la misma naturaleza: nos pone adentro de la realidad antes de estar completamente desarrollados como hombres. Estando allí es que nos desarrollamos. Podríamos decir que se entiende adhiriendo.
Existe una historia de exploradores que llegan a un pueblo lejano y, en una cabaña pobre, en la casa de dos ancianos cónyuges mudos y enfermos, ven algo que se mueve en el piso, bajo un mantel. Acercándose, se dan cuenta que se trata de una niña, ya bastante grande, que todavía no reacciona a nada. No reacciona por el motivo que, siendo sus padres mudos e inamovibles, ella no tenía, en sus alrededores, ninguna provocación. El hecho es que aquel germen, que es el hombre recién nacido, no se desarrolla si no tiene provocaciones.
La palabra “provocación”, que se deriva del latín y está compuesta por “pro” (adelante) y por “vocación” (llamado), expresa la función de quien pone delante algo llamativo. En este caso, se refiere a la acción de quienes ponen, delante del joven, el llamado, real e ideal, al cual él está destinado en su vida. Se trata de un término que recubre, al mismo tiempo, un sentido como él de despertar en mí algo que todavía está dormido y él de ayudarme, protegerme y promoverme. En términos tomados de las ciencias naturales, se puede hablar de “hipótesis de trabajo”: el niño recién nacido toma como hipótesis de trabajo para moverse sus papás, sus inmediatos provocadores. El niño, adhiriendo a ellos, entiende, paso tras paso.
La mamá que sonríe al niño en la cuna es una provocación, la leche de su pecho es una provocación, el intento de hablarle al niño para que él mismo empiece a hablar es una provocación, etcétera. Más adelante, con el desarrollarse del niño, se darán otras provocaciones, no únicamente materiales sino también psíquicas y espirituales. La educación tomará un camino siempre nuevo, moldeándose según los distintos pasos de aquella época de la vida que tradicionalmente se llama “edad evolutiva”, por sus muchos y repentinos cambios. La educación es, básicamente, esta provocación y está basada en el hecho de que el joven, desde niño hasta su madurez, tenga, de forma distinta según su cambiante camino propio, unos provocadores en este sentido. Sin la existencia de provocaciones, la vida acaba su desarrollo: esto nos dice la misma naturaleza.
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