Monday, 1 November 2010

Giorgio La Pira




Para introducir quién fue el personaje La Pira, quisiera leer un discurso que el dio, siendo Alcalde en Florencia después de haber intervenido, como tal, en un momento en el cual estaban cerrando varias empresas desempleando mucha gente, lo cual generó las dimisiones de tres concejales liberales de la Alcaldía.


“Señores Concejales, se murmura quizás sobre mis intervenciones para los despidos y los desalojos y por otras situaciones en las que era necesario avocar en favor de los humildes, y no sólo de ellos, con una intervención del Jefe de la Ciudad inmediata, ágil y llena de operatividad. Pues bien, señores Concejales, yo se lo digo con firmeza fraternal pero decidida: ustedes tienen hacia mí un sólo derecho: ¡el de negarme su confianza! Pero no tienen el derecho de decirme: Señor Alcalde no se interese de las criaturas sin trabajo, sin casa o sin asistencia. Es mi deber esto: deber que no admite discriminaciones y que me viene antes que de mi posición de Alcalde, de mi conciencia de cristiano: se juega aquí la misma sustancia de la gracia y del Evangelio. Si hay alguien que sufre yo tengo un deber: intervenir en todas las maneras posibles y con todas las atenciones que el amor me sugiere [...]

Entonces, señores Consejeros, es bien que hablemos claro en este punto. Repito, ustedes tienen un derecho conmigo: el de denegarme la confianza y decirme: señor La Pira usted es demasiado fantasioso y no está bien para nosotros [...] y quizás sea un bien el que decidan así. [...] Pero si quieren que me quede hasta el termino de nuestro viaje entonces no pueden sino aceptarme como soy: sin calculo: con el único cálculo del que habla el Evangelio: ¡hacer el bien porque está bien! ¡A las consecuencia del bien hecho pensará Dios!” Tomen en cuenta que en Italia en aquel período hablar de Dios en un ambiente político era algo muy extraordinario.


Cuenta un amigo de él que un día durante una reunión dijo: “El Señor cuando me llamará, yo estaré allí atento y Él me preguntará: ¿La Pira qué has hecho en tu vida? Yo fui profesor de Derecho Romano en la universidad, he sido Alcalde, estuve allí y estuve allá, fui diputado en la Asamblea. El Señor me dirá: No me interesa. Lo único que tengo que decirle es: ¡He estado con los pobres y... he estado con los pobres! Y entonces quizás el Señor me dirá: Ven adentro conmigo!”. La Pira nació el 9 de enero de 1904 a Pozzallo (RG), en Sicilia. Era el primogénito de una familia de humildes condiciones y a precio de grandes sacrificios logró graduarse en Contabilidad y luego a licenciarse en Jurisprudencia.

A los 19 años, escribía a un amigo (Salvatore Quasimodo, poeta italiano): “Es necesario hacer todas las escaleras, de rodillas, para llegar al Padre: [...] la Iglesia es distribución de gracias según la intensidad del merecido: y el merecido es la Santidad en flor, la Castidad, la Caridad, la Esperanza y la Dedicación. Quien no sea Santo o quien no entienda la necesidad de ser Santo no podrá nunca entender este Paraíso Terrenal. [...] la vida moderna prescinde del Cristianismo. Pero es la Palabra de todas las cosas: el Arte, la Filosofía, la Moral, la Política, el Derecho, todas las especulaciones en general y las prácticas humanas son definidas para siempre: todos estos motivos que de por sí son “vanitas vanitatis” tienen significado en la unión con Jesús. [...] Si mi aspiración es vanidad, que yo sea destruido para siempre.”

Todo el itinerario del joven La Pira gira alrededor de la importancia de la persona de Jesús y de su Iglesia en la propia vida, y al mismo tiempo en el tomar conciencia de su vocación de laico en el mundo, como “misionero del Señor”. El que dirá también: “Soy un libre apóstol del Señor”, “un apóstol laico, involucrado en un mundo laico... externamente irreconocible, si no fuera por la celestial sonrisa que resplandece sin nunca oscurecerse sobre el rostro puro de esta criatura de Cristo”. “Ser discípulo de Jesús, es, por así decirlo un abandono sin condiciones”.

Trasladado a Florencia con su maestro, llega a ser docente de Derecho Romano. Entre el 1929 y el 1939 desarrolla una intensa actividad de estudioso que lo pone en contacto con la muy importante universidad de Milán “La Católica”: entra así en amistad con figuras como padre Gemelli y Giuseppe Lazzati. La actividad de enseñanza y en particular el Derecho Romano tienen para él una gran importancia “Siento mucha importancia en mi enseñanza: los estudiantes me siguen: y a ellos me esfuerzo de mostrar las bellezas geométricas del derecho romano. Créeme, hay tanta luz en este panorama de instituto que ofrecen a la mirada líneas arquitectónicas tan bellas. [...] Cómo sería bonito si pudiésemos dar a los estudios jurídicos este suspiro de belleza que levanta de la técnica pura a la visión de un panorama unitario”. “Dar el gusto de la unidad significa educar al espirito no sólo a aquella unidad específica a la que ellos específicamente dirigen su búsqueda, sino elevarlos a aquella visión unitaria de la vida que tiene en Dios su centro supremo. [...] Qué tarea más grande es la de los educadores si nos permiten hacer comprender, por medio de la educación, al intelecto que esta vida que Dios nos ha dado es un don de valor infinito. [...] ¿De la belleza de la creatura entones no será necesario ir a la belleza del creador?”

Hay que tomar en cuenta que él elabora este concepto de educación en un momento, el del fascismo, que trajo consecuencias enormes hasta nuestros días. Del fascismo él dirá: “Cuáles son los criterios con los cuales cada conciencia verdaderamente cristiana debe evaluar los trágicos acontecimientos de nuestro tiempo? Digamos debe: porque la conciencia cristiana nunca puede estar en un estado de neutralidad; ella es por su naturaleza guerrera; porque es siempre y necesariamente amiga del bien y enemiga del mal, sin nunca llegar a compromisos con él. En este sentido el Señor dice: no he venido a traer la paz sino la guerra; sea vuestro actuar sí, si no, no”.

Se empeña a fondo en la Acción Católica juvenil y en las publicaciones católicas, escribiendo en numerosas revistas, entre las cuales la famosa Frontespizio. En vísperas de la guerra (1939) es fundador y dirige la revista Principi en la que - en lleno régimen fascista - pone las premisas cristianas por una auténtica democracia. Hasta que el régimen prohíbe su publicación.

Entre el 15 de julio y el 8 de septiembre de 1943 crea la hoja clandestina San Marco. El 23 de septiembre huye de la policía secreta que lo busca para encarcelarlo y llega a Roma y en el 1944 en el ateneo Lateranense - sobre iniciativa del instituto Católico de Actividades Sociales – dirige un ciclo de lecciones que cobra mucho éxito. El año siguiente las lecciones son publicadas bajo el título Las premisas de la política.

Liberada Florencia el 11 de agosto de 1944, La Pira regresa y vuelve a enseñar a la universidad y colabora al periódico del Comité de Liberación Nacional toscana La nación del pueblo. Es autor de algunos conocidos volúmenes Nuestra vocación social: el valor de la persona humana.

En el 1946 es elegido a la asamblea Constituyente italiana. En estos años, junto a Dossetti, Fanfani y Lazzati, inicia una revista llamada Crónicas Sociales, la cual es considerada la revista que mejor ha expresado la presencia cristiana en el difícil proceso de renacimiento de la democracia en Italia. En la Constituyente desarrolla una obra de gran relieve, y de todo estimada, en la Comisión de los 75, en particular por la formulación de los principios fundamentales que tendrán que sujetar la nueva República italiana. El principio máximo que él ha llevado dentro de la Constitución es la persona humana, lo cual la caracteriza frente a muchas otras Constituciones (primeros artículos). La persona es el centro de todo, no es el Estado quien domina. Pero él no apagado de esto, en la sección final cuando ya se estaban votando los últimos pequeños cambios, se paró, tomó la palabra y dijo: “Hemos elaborado una Constitución bellísima, porque tiene en sí el sentido verdadero en el que debe orientarse el ciudadano, pero falta algo. Déjenme decirle, aunque todos ustedes la piensen de manera diferente que la mía, que le falta algo al comienzo de esta constitución, porque el inicio debería ser: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Porque esto es el fundamento de todo nuestro actuar”. Quien estaba allí cuenta que nadie lo silbó o lo tomó en risa, y habían comunistas, socialistas, anárquicos, y es que todos vieron lo decidido que estaba y como creía en lo que estaba diciendo.
En el 1948 es nombrado sub-secretario al Ministerio del Trabajo; en el 1950 escribe en Crónicas Sociales el famoso artículo La espera de la pobre gente, en el que demuestra la necesidad y la concreta posibilidad de que haya un trabajo y una casa para todos.

En el 1951 interviene con Stalin para que haya paz en Corea.

El 6 de julio es elegido Alcalde de Florencia (1951-1958; 1961-1965). Su obra de alcalde es punteada de notables realizaciones administrativas y de extraordinarias iniciativas de carácter político y social. Bajo su administración, son reconstruidos los puentes “Alle Grazie”, “Vespucio” y “Santa Trinità” destruidos por la guerra. Crea el barrio-satélite del islote; se ponen las bases para el barrio de Sorgane; se construyen, en varias zonas de la periferia, muchas casas populares; se reedifica el nuevo Teatro Municipal; se realiza la Central de la Leche; es pavimentado de nuevo el Centro Histórico de la ciudad. Con la colaboración del Honorable Nicola Pistelli, Florencia es dotada con un número tan elevado de escuelas que retrasó de por lo menos veinte años la crisis de la construcción escolar en la ciudad.


En el mismo tiempo, La Pira conduce una atrevida lucha en favor de los trabajadores. Famosa la valiente defensa de la ocupación hecha por dos mil obreros de las oficinas Pignone, luego de la Galileo y de la Cure.


Para él era algo normal, no obstante todas las críticas que le hacían, ir a una empresa que los dueños habían cerrado, para reducir el número de los empleados y él como Alcalde se puso la bufanda italiana, símbolo de la República y del Jefe de la Ciudad, he hizo que abrieran los portones y ordenó que se reanudaran las labores. Obviamente es posible imaginar las críticas feroces que obtuvo y es de este período el discurso que leí al comienzo.


En el 1952 en plena época de la guerra fría organiza el primer Congreso internacional por la paz y la civilización cristiana. De ello inicia una actividad, única en Occidente, dirigida a promover contactos vivos, profundos y sistemáticos entre exponentes políticos de todos los Países. En el 1955 los alcaldes de las capitales del mundo firman en el “Palazzo Vecchio” de su Florencia, un pacto de amistad. En el 1958 tienen lugar en Florencia los “Coloquios Mediterráneos” a los que participan representantes árabes e israelíes. En el 1959 la Pira, invitado en Moscú, habla hasta con el Soviet Supremo en defensa de la pacificación y del desarme. También dirige una amonestación a los jefes del Kremlin: “Como han removido del Mausoleo del Kremlin el cadáver de Stalin, así tienen ahora que liberarse del cadáver del ateísmo. Es una ideología que pertenece al pasado y ya es irremediablemente superada.”


La primera vez que fue al Kremlin cuentan que había tomado una imagen de la Virgen y la había puesto frente a él mientras hablaba. Los que estaban eran curiosos de esto y el secretario del Partido Comunista le preguntó: “Pero profesor, ¿qué es esto que está haciendo? Y él le contestó: Es la Virgen! Porque dentro de unos años ella los convertirá a todos.


En el 1965 encuentra a Hanoi Ho Chi-Minh con el que define una serie de propuestas que, si no hubieran sido contrastadas por exponentes occidentales hostiles a la paz, hubieran precedido de una década el fin de la trágica guerra vietnamita.


En paralelo a estos contactos diplomáticos se tienen los hermanamientos de Florencia con Filadelfia, Kiev, Kioto, Fez y Reims; además de la asignación de la ciudadanía honoraria de Florencia al secretario de la ONU: U Thant y al gran arquitecto Le Corbusier.


En la capital toscana La Pira promueve el Comité internacional por las investigaciones espaciales; una mesa redonda sobre el desarme; iniciativas dirigidas a destacar el valor y la importancia del tercer mundo y los emergentes estados africanos (además, invita en Florencia al presidente del Senegal Léopold Senghor, uno de los más prestigiosos leaders cristianos de los movimientos de liberación).


Es él que por primera vez lanza la idea de instituir una Universidad Europea en Florencia.

En el 1966 empieza a alejarse de la actividad pública, pero sigue manteniendo contactos internacionales como presidente de la Federación mundial de las ciudades unidas. Por medio de esto, tiene coloquios y conferencias en varios países de Europa, en preparación a la Conferencia de Helsinki. En el 1967 tiene coloquios con Nasser en Egipto y Abba Eban en Israel, para colaborar a la paz entre los dos grandes grupos humanos salidos del único antepasado: Abraham. Encuentra aquí un inesperado interés por esta impostación de los discursos políticos, basada en la tradición religiosa.

En el 1973 a Houston (EE.UU.) habla al Congreso internacional “Los proyectos para el futuro” y define las tareas de las nuevas generaciones. Es famoso el inicio de su discurso: “Los jóvenes son como las golondrinas, anuncian la primavera.”

En el contexto de estas múltiples iniciativas desarrolla una intensa actividad de publicaciones. Les escribe a los Jefes de Estado, a personalidades de cada continente, a los monasterios de clausura, a los viejos y a los niños de Florencia, tiene discursos, conversaciones, encuentros, sobre todo con jóvenes, que lo siguen con entusiasmo advirtiendo la gran fuerza de su fe y la pureza de sus ideales. Incansable proclamando la profecía de Isaías, exaltando su actualidad:

“Será necesario que, en los tiempos futuros, el monte de la casa del Dios sea establecido encima de los otros montes y se levante por encima de las colinas. Todas las gentes afluirán a él, y vendrán muchos pueblos diciendo: “Vengan, subamos sobre el monte de Dios, al templo del Dios de Jacob, para que nos instruya en sus calles y caminemos en sus sendas.” Ya que de Sión saldrá la ley y de Jerusalén la palabra del Dios. Él será juez entre las gentes y árbitro de pueblos numerosos. Cambiarán sus espadas en azadones y sus lanzas en hoces; una nación no levantará la espada contra otra y ya no practicarán la guerra. ¡Casa de Jacob, venga, caminemos en la luz del Dios!”

Este ideal, que lo empuja en los últimos años, se volvió muy difícil por una grave enfermedad y un penoso aislamiento. El 5 de noviembre de 1977 en un “sábado sin crepúsculos”, como él deseaba, concluye su romería terrenal. Está en curso la causa de beatificación.

La Pira fue uno de los personajes públicos más importantes en Italia, en la época en que vivió y todavía hoy, respetado por todos, aunque no todos compartieran sus ideas y esto se debe seguramente a su profunda identidad, con la que estaba comprometido radicalmente y que nunca escondió.

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