Un largo silencio espera una respuesta al vacío que hoy se encuentra en el alma de quienes aún tienen la esperanza de hallarlos, al vacío que se encuentra en todos nosotros y que no podemos callar, aunque seamos sometidos quién sabe a qué.
A los olvidados, no sabemos si los hallaremos en una fosa, porque éste es el país de las fosas, damas y caballeros, éste es el país de los niños en llamas, de las mujeres martirizadas por la corrupción. Estamos tratando de dar nuestra ayuda con temor de encontrarnos con las consecuencias. Pero no nos queda de otra, el tiempo transcurre y su hallazgo se aleja cada vez más, lo que provoca un gesto de infinito dolor. No hay quién nos diga dónde están, solamente hay una sensación tupida de lágrimas, un largo grito de dolor. En este país nos encontramos con que ser joven es un delito, estamos en un país donde el gobierno está en tu contra, y si intentas levantar la voz, te desapare- cen, te callan. Sin embargo, aun con todo esto, no podemos dejar que sigan sucediendo más este tipo de sucesos, que nos conmocionan; y si te preguntas,
¿de qué sirve organizar manifestaciones si todo seguirá igual?, hay que recor- dar que un cambio no se logra de la noche a la mañana, y todo esto sirve para hacerle notar al gobierno nuestra inconformidad y, los más importante, saber que con tu apoyo contribuiste a lograr un cambio justo y ser recordado como alguien que no tuvo miedo de hablar, que no calló porque jamás los olvidaremos
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