Si se conjugan dos relatos acaecidos en distintas épocas suele ser para extraer un paralelismo en el que los hechos de uno resuenan en los del otro, aportándoles un nuevo significado, y viceversa. Al mismo tiempo o como otra opción, el recurso puede servir para demostrar que nada ha cambiado, a pesar del paso de los siglos, o que los cambios no han sido suficientes. ‘También la lluvia’, el último film de Icíar Bollaín, que cuenta con un guion del reconocido Paul Laverty, explota todas estas posibilidades.
Para llegar a extraer todos esos alcances, la película necesita plantear numerosos elementos que, cuando por fin se hayan conjugado, compondrán una poderosa historia que, más allá de las claras y logradas intenciones de protesta social, contendrá un profundo conflicto humano de gran interés. Con todo ello quiero decir que ‘También la lluvia’ tarda bastante en arrancar, pero que, cuando lo hace y, más adelante, en su tramo final, resulta muy efectiva emotivamente, sin por ello perder la capacidad crítica.
Esta mezcla de dos relatos, el del desembarco de Cristóbal Colón y el del equipo de rodaje que recrea el descubrimiento, además de propiciar ese resonar de significaciones, permite un estudio metalingüístico del estado del cine y de las complicaciones que surgen durante una filmación, que quizá no estaba entre las intenciones del guionista, pero que queda muy patente. Cualquiera que tenga ganas locas de dirigir una película o que sienta una enorme frustración por no haberlo hecho podrá curarse de sus anhelos con el visionado de ‘También la lluvia’.
Bollaín realiza aquí su película más ambiciosa, con un espléndido resultado, que se cuaja gracias a una acertada elección de los tonos de la fotografía y a una generosa dirección de producción. Si he criticado a otras películas de la directora una falta de fuerza narrativa o de cohesión de las historias, nada de eso puedo reprochar a ‘También la lluvia’. Al contar con un guion lleno de contenido, ni siquiera el flojo montaje que otras veces ha perjudicado sus narraciones puede echar el producto por tierra. El acompañamiento de la banda sonora de Alberto Iglesias completa una perfecta puesta en imágenes.
Laverty logra, asimismo, que los personajes sean potentes. Crea seres de marcada personalidad, muy diferenciados unos de otros y que encajarán perfectamente en el conflicto, cada con un punto de vista o una opinión sobre los hechos, de forma que el espectador cuenta con todas las perspectivas para obtener una conclusión propia y uno un discurso ya masticado.
La elección de cada intérprete para cada papel es idónea. Los dos protagonistas son Gael García Bernal, como el director de cine, amable y de apariencia débil, pero al mismo tiempo, tozudo y aferrado a su proyecto, y Luis Tosar, en el papel de un productor que en apariencia piensa solo en «la pela», pero que sufrirá una profunda evolución psicológica. Ambos están impecables en sus roles. Karra Elejalde es el que, en un principio parece menos integrado en su personaje o en la historia, pero según va avanzando el film, da la sensación de que fuese entrando en calor y en el último tramo resulta igual de poderoso que los demás actores.
El descubrimiento es Carlos Aduviri, el conflictivo indígena, que pondrá todo patas arriba y obligará a unos acomodados europeos a replantearse el mundo en el que viven. ‘También la lluvia’ cuenta, también, con grandes secundarios, como Raúl Arévalo y Carlos Santos —ambos en la fotografía siguiente— o Cassandra Ciangherotti.
Al igual que ocurría en la magnífica ‘Vania en la calle 42’, se produce un efecto de ensayo general con los diálogos que los actores prueban para el rodaje de la película sobre Cristóbal Colón. A pesar de que las declaman sin el vestuario, o ya con los trajes, pero sin meterse por completo en el papel, las frases suenan a reales gracias a ese paralelismo del que hablaba en el primer párrafo: esos diálogos servirían para 1492, pero también para el tiempo presente.
En definitiva, ‘También la lluvia’ es una gran cinta, por la que espero que Icíar Bollaín obtenga una nominación a los Oscar. Sin embargo, me da la impresión de que casi todo el mérito debe achacarse a un guion que conjuga muy bien una crítica social nada velada —la explotación que hacían Colón y sus hombres no es tan diferente a la que ejerce el productor con los sueldos de los extras—, unas intenciones de denuncia —con respecto a la privatización del agua— y los conflictos humanos y personales que, queramos o no, son en realidad lo que suele engancharnos a las películas. Grandes personajes, muy bien interpretados por sus actores, se incluyen en una realización muy competente que sitúa a ‘También la lluvia’ como una de las mejores películas, si no la mejor, de su directora.
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